
El amor sonaba a esos 5 mariachis tocando a la media noche en la esquina de Juan Bautista la Salle.
Fluía en cada nota de la trompeta.
Recorría cada rasgar de la guitarra.
Volaba en cada palabra cantada y se perdía en la luz amarillenta del alumbrado público.
A lo lejos, la silueta opaca del Gigante se levanta sobre la noche azul,
oyente eterno de la melodía del amor.